miércoles, 13 de octubre de 2010
Sobre mis muertos cae el silencio
Mi padre murió cuando yo tenía 4 años.
Nadie habló conmigo para contármelo.
Nunca.
Yo lo sabía, claro. Esas cosas se saben, pero directamente nadie se sentó a explicármelo. Nadie se tomó el tiempo para dejarme elaborar mi pérdida, mi duelo, las preguntas que sin duda tuve. Y sobre él cayó el silencio.
Así durante años pude inventarme mis historias, porque aunque sabía, no era oficial, así que bien podía decidir creer que estaba de viaje y volvería en cualquier momento; o que vivía en una realidad paralela y por eso no le veía. Aún hoy tengo como tres versiones distintas de porqué murió….no creo que pregunté más sobre el tema, no sea que haya una cuarta. Además, seamos serios…a quién le preguntaría?
Después murió mi abuelo. Dado que era más mayor y ya sabía de qué iba no hice preguntas. Esta vez si me lo dijeron. De mala manera y quién no debía pero si hubo anuncio oficial. Y también sobre él cayó el silencio espeso.
Cuando hace ya 7 años murió mi hermano me juré a mi misma que no sería así, que yo si que hablaría, que mis hijos (sus sobrinos) lo sabrían por mí, tanto daba si su edad era menor que la mía y su parentesco más lejano. A mí me lo hurtaron y yo no iba a hacer lo mismo. Hablé con ellos, incluida la pequeñina y durante un tiempo en mi casa se habló con total naturalidad de él, naturalidad aunque mi voz temblara y mis ojos se arrasaran. ..
Pero mis hijos eran pequeños y compartieron con él poco tiempo la conversación se fue apagando. Mi madre no es una opción, hace años que vive en una realidad paralelaque hace imposible determinar que es real y qué se inventa, el tiempo ha hecho su trabajo y yo siento que el silencio cae….
O quizá no es eso. Quizá la prisa de salir de todo aquello hizo que después de atascarme un tiempo eterno en una de las fases del duelo atravesara de puntillas el resto.
Como el coronel que no tenía quien le escribiera yo, sin galones, no tengo con quién hablar, alguien que me devuelva en forma de palabras parejos recuerdos y certifique la veracidad de los míos
Necesito recuperar a mi hermano. No el idílico recuerdo que a veces roza mis conversaciones familiares. Necesito al otro.
Necesito al canalla que me regalaba algo para luego quitármelo cuando lo había arreglado, el que pactaba un regalo común para alguien y nunca me pagaba. Necesito a ese canalla que bebía demasiado, comía demasiado, fumaba demasiado…porque él era excesivo para todo, para comer, fumar, beber y salir con mujeres (a veces con varias a la vez). Excesivo para gastar, excesivo para tomar y excesivo para dar, amar y “amigar” a sus amigos.
Necesito al joven que me dijo: Vamos a los toros. Y yo odiando el espectáculo me fui con él contenta porque así compartíamos un momento aunque ese momento me lo pasará con los ojos cerrados. Necesito a ese chaval que me invitó una noche de parranda con sus amigos y después de mucho beber, fumar y reír decidió que había que ir a ver a “su chica” y que pensé que me mataría (y le mataría) si se giraba y me descubría besándome con uno de sus amigos. Necesito al hombre que se reía de la quimio mientras desayunaba jamón y cerveza y engullía conmigo tantas tapas que cuando llegábamos a comer a casa de mi madre no podíamos probar bocado…y nos reíamos.
Él siempre está conmigo. Detrás y delante, en mi risa que es la suya, en mi mirada que es la suya, y en miles de mis gestos; pero yo llevo días buscando su rastro a trompicones, perdiendo horas de sueño, porque quiero sentir que dejó una huella no sólo en mi sino en todos a los que me consta que quiso y los quiso en exceso. En sus amigos en sus compañeros, en los que conocí y en los que no. Necesito una voz que me responda para certificarme que no lo inventé, que existió; y que sobre él jamás, mientras uno de los que lo conoció y fue beneficiario de todos sus excesos siga vivo, caerá el silencio.
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1 comentario:
Cuando murió mi suegro yo todo lo que sabía decir es ¿y ahora qué, es como si él nunca hubiera existido? y no es así, no puedo verle, pero le siento, sé lo que me contestaría, sé cuando reiría, como mis abuelos, como toda la gente que quiero (en presente) y que se fue.
Es duro no poder tocarlos, abrazrlos, besarlos y hasta mandarlos a la mierda de vez en cuando.
Perdona el comentario tardío, hacía mucho que no pasaba por aquí.
Besos
Lou
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