Así estoy yo...Majara perdida

viernes, 30 de diciembre de 2011

Este año que se acaba

He aprendido que tengo pocos amigos, pero todos ellos de pata negra. Ahí están si los necesito.

Entre pilas de basura y documentos descubrí y me enamoré hasta las trancas de un hombre que sólo cometió un error en su vida: debió pasar de mi madre y casarse conmigo. 

He tenido un encuentro tras más de 20 años de ausencia con mis algunos de mis amigos scouts he descubierto que gran parte de las viejas canciones se basa  en hechos reales, como en las TV movies (nuestros corazones quedarán unidos por una invisible cadena de amor; creo en la amistad que nos hace hermanos, creo en la hermandad, que nos hace amigos)

Redescubrí a  Ana; reapareció en mi vida compartiendo ciudad y super y fue como "decíamos ayer...", allí estaba ella con su buen humor y un sentido común a prueba de bombas.

Una de las niñas de mi prima favorita será madre el año que viene. Me emociona y me enseña que la vida siempre se celebra a sí misma.

He leído un millón de textos. He viajado, reído, llorado, me he enamorado de personajes y he odiado con pasión. He descubierto mil perlas escondidas entre sus palabras, hace un ratito he puesto nombre a mi dolor, y conocerlo ha supuesto más que para  Kvothe saber nombrar al viento.

Me tocó la cesta del cau en el sorteo en el que se racaudó dierito para La marató de TV3. Jamás me había tocado nada en el sorteo y me hizo absurdamente feliz.

He descubierto que tengo un compañero de camino que tal vez podría ser más emocional, más cariñoso, más amable, menos hosco , pero sabe estar conmigo en las duras. Sabe estar a muerte. No sé cómo agradecérselo además de amandole.

He descubierto que mis hijos son generosos por naturaleza. No, no me lo ponen fácil; pero saben dar a cascoporro y estar ahí por su familia.

Al nuevo año le digo que a pesar de todo lo escrito la verdad es que lo tiene fácil, soy de natural agradecido y si mi edificio no arde en llamas hasta el 5º piso ya será infinitamente mejor que el año que nos deja.

Agradezco al  2011 los servicios prestados  y al 2012 le pido con humildad más tiempo para la ternura...

Feliz año, feliz celebración de vida nueva

José Luis Avila Herrera | Vía: www.BancodeImagenesGratuitas.com

martes, 18 de octubre de 2011

El alma de las c@sas

Así debió ser al principio...



En agosto, cuando llegó la primera oferta seria por la casa de mi madre a mi me dio un subidón “quepaqué”.  Tal vez el dinero no da la felicidad, pero ¡coño, cuánto ayuda! Luego vinieron las primeras dudas, los giros y giros de la vida y la incertidumbre…todo a la vez; porque mientras aparecían los primero problemas, las grietas, los huecos de la futura venta yo sentía que vender la casa era un hecho y ya no sabía qué me daba más miedo. No poder venderla…o firmar un papel en el que ponga que no podré incumplir la promesa que me hice a mi misma y definitivamente no volveré jamás a cruzar esa puerta..
Entre esas cuatro paredes viví 21 años, de los 4 a los 25. El reloj que ahora cuelga en el salón de mi casa acompañó campanada a campanada todas las horas de estudio, juego, lectura y holganza. En esa bañera hoy descascarillada bañábamos madelmanes en trajes de buceo negro con una raya amarilla y una lancha de color naranja, cabalgábamos el pasillo en un caballo negro con la silla de montar roja y el pelo y la cola blanca. En esa vieja cocina frente a una mesa de formica blanca negra y gris me meé (literalmente) cuando mi hermano se puso en la boca un gajo de naranja y me miraba sonriendo, allí indignada por algún desplante que ya no recuerdo le vacié en el plato de huevo frito una botella entera de agua con el consiguiente estropicio y, no sé cómo,  acabé con una botella rota clavada donde la espalda pierde su casto nombre. En esa mesa del salón me dejaron los reyes una Nancy rubia con una peluca afro, un traje de india, y una capa roja con coletas amarillas. Entre las servilletas de un mantel verde con margaritas blancas y amarillas bordado por mi madre el niño Jesús nos dejaron a mi hermano y a mí unos relojes que (curiosamente) aún tengo en un viejo joyero. Ese es el escenario de una foto que siempre va conmigo, yo muy seria en sus brazos, él muy sonriente, mi padre y yo…creo que juntos sólo hay tres o cuatro. La foto de mi abuela siempre estuvo allí, con su velo negro y su mirada clara…también está ahora en mi salón, pero para mi siempre me mirará desde esa esquina. En la alfombra de la entrada jugué con mis hijos, allí les esperaban los regalos del niño Jesús hasta el año pasado, en esa misma alfombra dónde mi hermano y yo jugábamos. En mi cuarto lloré todos mis desengaños, sentada en el la cama me confesó mi padrino el día antes de casarme, lloré la muerte de mi abuelo, al que le cantaba el oído y  a los pies de mi cama reposaba su ataúd, en esa misma cama lloré el enorme vacío y soledad que desencadenó el cáncer de mi hermano cuando por fin me lo robó.


Para mi esa casa tiene alma, la mía, la de mi hermano. En algún lugar de esas cuatro paredes, en una realidad paralela yo reposo en el regazo de mi dulce abuela, juego y río y peleo con mi hermano, le canto a mi abuelo,  leo horas interminables en soledad, me escondo en el cuarto de mi abuelo para hablar por teléfono,  y mi padre, sonriente, me tiene en sus brazos.
Mis abuelos hablan mahonés en su habitación, cuando la casa era nueva y ellos llegaron con sus hijos a habitarla, cuando se creó el barrio de “casas baratas”…

Soy plenamente consciente que hay que hacer lo que hay que hacer. Que yo cerré la puerta un medio día de mayo después de vaciar todos los cajones en una de las catarsis más intensas de mi vida, y le pedía mi marido con una voz que no reconocí como mía: ¿puedes quitar eso de la puerta? Un rectángulo negro con el  nombre de mi abuelo en letras plateadas que llevaba allí 70 años y me dije a mi misma que no volvería a poner los pies allí. Yo soy consciente que es la única opción que tengo, pero mientras rezo para que el viernes los compradores no se echen atrás y firmen las arras he de reconocerme a mi misma que saber que hay que hacer lo que hay que hacer no lo hace menos doloroso y que me aterra volver a mi ciudad sola para rendirme a la evidencia.
El día que me permita a mi misma llorar por todos los duelos que no estoy haciendo me convertiré en sal.

lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Fatalismo o resiliencia? Buscando en el baul de los recuerdos

No recordaba lo increíble que era. La garganta del Cares.





Hace 800 millones de años, año arriba, año abajo me perdí por las montañas en la provincia de Soria con quien hoy es mi marido. Recuerdo que llevaba pantalones cortos, unas botas muy incómodas y “él” había decidido tomar un atajo para volver al refugio bajando un pico que habíamos escalado. Ese “atajo” me dejó los tobillos hechos caldo a torceduras, las piernas hechas un cromo de rascadas de ramas, matojos y demás obstáculos de lo que mayormente se llama “monte a través”  o no sigas un camino no sea que lleve a algún sitio civilizado.
En un momento dado, congestionada, dolorida y agotada me senté cómo pude y exclamé: “Aquí me quedo”
Hace 900 millones de años, año arriba, año abajo, recorriendo los picos de Europa, en un momento que ya no podía más en mitad de una subida, me senté y exclamé: “Aquí me quedo”.

El jueves mi jefa decidió de forma unilateral y fulminante mandarme a un puesto dónde no conozco a nadie, con el hándicap de venir de una empresa perdedora en una fusión (después de 20 años hasta los conceptos han cambiado, nunca me había sentido más nueva) separarme de un equipo fantástico y echarme a los lobos. Me derrumbé. Me senté en el suelo de mi ex oficina  y exclamé: “Aquí me quedo”…
Y entonces, en medio de un mar de lágrimas volví los ojos a mi misma. No me quedé en los picos de Urbión, ni en los de Europa, ni de subida ni de bajada, ni mochila al hombro, ni sin ella.  Acabé las dos travesías. Y sigo viva.
Y como me gusta torturarme a mi misma pensé: eso es fatalismo, y me joroba ser fatalista para continuar respirando. Pero no es fatalismo, ni resignación cristiana. Es supervivencia, o ese otro concepto que he leído últimamente: resiliencia.
Subí y bajé las montañas de la misma forma. Respiré hondo, me quité los mocos de la llorera de un manotazo y moví las piernas. Un paso detrás de otro. Inspira. Expira. Pierna derecha, pierna izquierda. Inspira. Expira

Irmita lo ha expresado mejor, pero es que ella sabe más que yo, de toda la vida. Una rendición pequeña como un guisante y a seguir respirando. Un pie tras otro, no hay más.

Lou gracias por tu mensaje. Eso y una conversación con mi prima me pusieron de pie.

Hoy me han llamado de Zaragoza again. No, no querían preguntarme por mi madre, ni muchísimo  menos si estoy bien o necesito algo, querían seguir reprochándome mis decisiones y que les pague algunas deudas. Pero yo me río. Me río porque en mi nueva oficina todas las calles tienen nombre así como de la pasión según San Marcos y he seguido las indicaciones  para salir a desayunar y he ido a parar directamente al Museo Palmero (muerta me he quedado al verlo)…y aquello está lejos, y se ven montones de sitios dónde tirarse de un puente y en este momento o me tiro de un puente o me río. Y he decidido reírme, respirar y poner un pie detrás de otro.



sábado, 10 de septiembre de 2011

No te rindas

Durante años pensé que carecía de la capacidad de quedarme con  los nombres y las caras de la gente.  En mi escalera éramos 12 vecinos. Yo sólo conocía el nombre correcto de tres, todos los demás eran apodos “Gutierrez Mellado” , “el mostacho” …conocía los apellidos, claro, mi madre y mi hermano los decían:
-          El Sr. Oxxxx, Gutierrez Mellado, nena - añadían para mi que jamás conseguí unir nombre real con cara – dice que….
Lo mismo sucedía con los conocidos de mi madre, su familia extensa, incluso más cercana…mi mente se bloqueaba y no conseguía reconocer a nadie.
Cuando empecé a trabajar, cara al público y con mogollón de gente entré en pánico el primer día cuando vi que mi compañera, y mi jefe saludaban por su nombre a todo el mundo; pocos meses después era mi jefe el que me preguntaba:
-          Oye, el Sr que vino el otro día a hacer tal o cuál operación…cómo se llamaba?
Y yo le contestaba el nombre, los dos apellidos y el número de cuenta… sonrío  al recordar mi asombro absoluto y cuánto tiempo me utilizó el jefe de ordenador central, quiero mucho a ese, mi primer jefe con el que todavía voy a tomar algo de ciento a viento….

Fue entonces, con 25 años que descubrí que yo no tenía ningún problema con nada. Mi mente es totalmente selectiva y no me acuerdo de quien no me interesa. Y ya. No tengo dudas al  recordar a los amigos de mis hijos (y tengo tres, y muy sociables), y con ellos a sus madres, padres e incluso alguna abuela, ningún problema con mis clientes (es mi trabajo y lo hago bien), recuerdo de corrido ex compañeros del cole, de la Uni, de la facultad, los amigos de mi hermano del colegio, de la laboral, de la cofradía. Cualquier ser humano que para mí signifique algo mi mente lo registra para siempre y al resto…al sumidero,   para qué lo necesito?

Pero eso a ella le da igual.  Se ha pasado toda mi vida haciéndome lo mismo. Ella, yo y cualquier desconocido/a para mi:
-          Ven, nena, ven, seguro que no te acuerdas de quién es…
-          …… (de más pequeña desesperada rebuscando en mi cerebro quién era el personaje, como en un juego de la tele, de más mayor con sonrisa de Mona Lisa) uhmmmmmmmmmmmmmmmm…………………..
-          Si es que no tiene nada de memoria – al personaje – hija, es que no tienes cabeza tu hermano siempre se acuerda de todo el mundo qué diferencia – a mi- es XXXXX cómo no vas a acordarte que te traía chupa-chups cuando tenias tres años y te decía guapa (aquí ella se reía, joer qué gracia, no?)
-          ……(roja como un pimiento de pequeña, sonrisa de Mona Lisa de mayor) uhmmmmmm…………………………..


Hoy he ido a verla a la residencia. La fisio me ha dicho que tranquila y la auxiliar ha acabado abrazándome mientras yo lloraba en su hombro.  Llevo llorando desde las ocho de la tarde, con el sentimiento que esta mujer va a acabar conmigo, que me  volverá loca, que me amargará el resto de mi vida y no se morirá jamás.
Mi madre es tóxica para mi.
Los demás la miran y ven a una ancianita desvalida que llora porque quiere estar conmigo, en mi casa,  y yo…yo debo ser lo peor, y a veces hasta me siento lo peor; pero cuando la miro sólo veo la última vez que repitió conmigo lo de “seguro que no te acuerdas de quién es”.
Le cundió, vive Dios, tuvo montañas de oportunidades de jugarlo. Incluso tres o cuatro veces yo fingí no reconocer a P-ito T. así con diminutivo y primer apellido, o a C. el hijo de S.
Un día entero, mañana y tarde.
El 10 de diciembre de 2003.
Miro a esa ancianita desvalida y la veo justo ese día sonriendo a los desconocidos/as  y me  veo a mi concentrada en la mueca con las peores sonrisas de Mona Lisa de la historia.
Ese día el escenario era el tanatorio.
Su hijo había muerto el día anterior.
A su hijo lo enterraban al día siguiente.

Su hijo, ese ser humano maravilloso y e infinitamente generoso por el que ahora mismo,  me jugaría todas mis primaveras  presentes, pasadas y futuras,  también era mi hermano…pero eso nunca cuenta, porque ha conseguido que el muerto sea sólo suyo, que ella perdió a su hijo coño, miradme a mi, que mi hijo nunca me hubiese hecho esto y tú, hija desagradecida,  no me quieres, porque no me llevas contigo a tu casa (para tenerte más puteada y enseñarte a hervir una patata que ni eso sabes hacer completo yo en mi mente).  Y mañana me traes a los niños. Hijo mío tú nunca me hubieses hecho esto.
Y yo me rompo.

Hay un poema de Benedetti,  que me serviría en esta situación, pero él jamás podrá leérmelo, ni siquiera en mi mente, no puedo convocarlo, el muerto ni siquiera es mío; yo quiero no estar tan sola con esta carga y que me quiera a pesar de todo con toda mi luz, menos brillante desde que él no está, y mis sombras:

Porque no estás sola, porque yo te quiero.
Pero no me oiré nunca....

Así que me repito a mi misma, con mi voz y escaso resultado: No te rindas 


jueves, 26 de mayo de 2011

Limonada







Decía el diario que: “ un incendio convirtió ayer en cenizas una tienda de ropa. Las llamas afectaron a tres pisos superiores y obligaron a desalojar a los cinco miembros de una  familia que fueron trasladados a Sant Pau por inhalación de humo. Los bomberos descartaron daños en la estructura del inmueble.”

El diario no explica el pánico que sintieron esas cinco personas al despertarse rodeados de humo y correr despavoridos a refugiarse en la galería dónde aterrados buscaban pañuelos con que protegerse del humo haciendo cosas estúpidas cómo poner en marcha la lavadora o abrir el arcón congelador para conseguir agua que hiciera más soportable el dolor de respirar.
Yo si puedo explicarlo porque jamás olvidaré esos 40 minutos de espera hasta que los bomberos abrieron la puerta y nos sacaron uno a uno de casa.  En pijama, aterrados, descalzos, con los ojos llorosos y las gargantas arrasadas. Mi hija pequeña duerme pegada a mi. Hoy me ha dicho: Te he dejado dormir mejor hoy, no, mami?   Yo le sonrío, claro cariño mientras intento contabilizar cuantas veces mi nariz olió humo y pese a decirme a mi misma que todo en mi casa huele así me tuve que dar un paseo por casa asegurándome que no había fuego.

Redecoro mi vida, vacío uno a uno mis armarios para lavar toda la ropa que apesta a humo. Limonada: qué bien, me van a quedar los armarios limpios y ordenados de morirse…cuando pueda llenarlos, claro. 
Tiro las cortinas chamuscadas y con hollín. Limonada: estupendo cortinas nuevas, cristales nuevos, persianas nuevas.
Friego el suelo una y otra vez obteniendo invariablemente negro nuclear. Limonada: cuando dé el último fregote el suelo relucirá y la casa será más grande porque el suelo va a rebajarse a base de fregarlo.
Estoy nerviosa, tensa y me asusto con los ruidos bruscos, los movimientos inesperados y las sirenas en la calle hasta las lágrimas. Limonada: puedo quedarme en casa y actualizar mi blog.
Doy gracias al universo por haberme hecho tomar la rápida decisión de dejar a mi madre en la residencia. Todo podría haber sido mucho peor. Limonada: los problemas con ella han quedado en un plano muy lejano,  volveré a preocuparme, pero tardaré un largo tiempo.


Nos recuerdo en menos de un metro cuadrado entre el congelador y la lavadora y pienso que sea quien sea quien me está enviando los limones se los puede meter donde le quepan.

 
No quiero más limonada. Quiero dormirme ya y despertarme bebiendo horchata.


martes, 5 de abril de 2011

Visualizando







Cuando mi hermano murió me dejó en herencia una trenca azul marino vieja de puños destrozados que aún me pongo de vez en cuando, dos millones de recuerdos felices,  la seguridad que nadie nunca sabría hacerme sentir tan querida, una sobrina desconocida a la que no quise ni supe querer, una madre que ya entonces y según sus propias palabras vivía en los mundos de yuppi, la tarea “muymuylejana” de vaciar en soledad lo que fue nuestro hogar, las cuatro paredes llenas de historia y memoria y, para completar el legado, una pena honda que ya acepté tras horas de psicólogo que siempre me acompañaría.

Durante estos años he fantaseado mucho con ese momento en el que tocaría vaciar mi casa, consciente que jamás volvería a habitarla. Esa casa siempre estuvo llena de muertos, desde que llegamos a vivir en ella al poco de fallecer mi abuela. Mi madre con el germen del síndrome de Diógenes ya latiendo en su interior jamás tiró nada. Hay un armario lleno de ropa de la abuela, y del abuelo que murió años más tarde, y por supuesto la de mi padre que murió justo un año después que la abuela. Toda la ropa que mi hermano descartó cuando se mudó de casa, sus apuntes y libros de la carrera, los míos, sus juguetes, mis muñecos, el viejo despacho de mi padre, muebles y ropas de vecinas que murieron y cuyos herederos cedieron gustosos, recuerdos de bodas, bautizos, comuniones y funerales asistiera a ellos o no, objetos de procedencia desconocida que harían las delicias de cualquier película casposa de la España más profunda y por fin la estrella total: Papeles de propaganda de los últimos 10 años, de servilletas, de sobres, cartas bancarias y  revistas de cuando murió Lady Di , bolsas de plástico para dar servicio a una mañana de sábado de Carrefour y trapos para construir varios juegos de cama.
Durante mis visitas me horrorizaba la acumulación de trastos en la casa, pero cuando me gané la tercera o cuarta bronca por tirar lo que yo considero basura y ella objetos de primera necesidad dejé de intentar poner orden en el caos y, lo reconozco, cerré los ojos con fuerza intentando no ver el desastre que se avecinaba.

Ahora ha llegado ese momento, el desastre quiero decir.
Después de la cuarta caída (con todos dentro de casa) se ganó una rotura de húmero que nos hizo retroceder todo lo duramente ganado y más. Tras recogerla del suelo un par de noches más miré de frente lo que había y tomé una decisión que, en algún momento de un futuro que ansío cercano pasa por vaciar la casa.  Curiosamente en esta carrera de obstáculos que se ha convertido mi vida (como en una muñeca rusa cualquier paso requiere a su vez de una u otra gestión previa todas ellas aderezadas con médicos, llamadas a emergencias y, cuando me dejan, mi trabajo y las tareas propias de mi sexo y condición) yo mantengo mi vista en ese punto de la carrera. Vaciar su casa, que también fue la mía.
Está claro que ya no podré ir con calma a rebuscar tesoros separando el trigo de la paja. Ni con calma ni de cualquier otra manera ya que no es que ella no “falte”,  ese eufemismo tan delicado para ocultar la palabra muerte, sino que está viva, dando guerra y manteniéndome atada a la pata de su cama. Tampoco podré sacar todo lo que me ha hecho odiar lo que un día fue mi hogar encendiendo una pira enorme en mitad de la calle frente a la puerta. De hecho he pensado que lo mejor es encargar las cuatro cosas que recuerdo, sé que quieroy puedo localizar fácilmente y hacerme a la idea que perdí el resto en un incendio...

Así arderán todos los tesoros que soñé. Restos perdidos en cajones de mi infancia, esa pluma amarilla que mi hermano descuidó y que hoy usaría con gusto, la letra de mi padre sobre papeles amarillos, el bastón de mi abuelo, la medalla del colegio de mi hermano y tantas otras cosas que arderán junto a objetos como una funda de ganchillo para las velas (¿?) y una colección de muñecas mohosas que mi madre quiso recoger para su nieta y yo puse en una bolsa de basura que mi madre nunca tiró.

Respiro lentamente, me digo que sólo son cosas y repito como un mantra: sobreviviré
                                                                                                                          

jueves, 17 de marzo de 2011

Siempre hay una canción para todo

El primer café (de nexpresso, buenísimo) era horroroso.
El segundo una mierda (literal)
El tercero estaba demasiado caliente
El cuarto demasiado frío.
La patata hervida estaba ncomestible
La patata hervida estaba sosa (una bronca del copón)
El pescado un asco
La butifarra pica
El salmón no le gustó (sin motivos)
Las primeras hambuerguesas estaban malas y duras
Las siguientes (carísimas, por cierto) eran demasiado gordas. (¿?)
La ensalada de garbanzos "esta"  en mi casa no la has aprendido (ni esa ni nada, jamás cociné con ella, yo era demasiado inútil para esos menesteres y para muchos otros)
Los macarrones estaban poco cocidos
"Esto" no me lo como (a cualquier cosa sin ningún motivo)
Las almohadas son incomodísimas.
El olor del detergente es asqueroso. Pues es el mismo que de tu casa. Pues será el suavizante .(Que no uso, pero no lo digo)
La alfombrilla para la ducha no me gusta nada y el jabón tampoco

En resumen llevo casi tres semanas cocinando para recibir siempre caras de asco, tres semanas sin trabajar para recibir caras de asco, tres semanas oyendo una y otra vez al teléfono una ristra interminable de comentarios que dejan polvo, tres semanas intentando cambiar mi visión de condena a perpetua por oportunidad de mejora (hay que intentar ser positivo, no?).


Muchos dicen que es la edad, que todos son iguales. Irma, su plumero y yo sabemos que no es así, venía de serie.

Yo mientras lloro canto (gracias mil, La pegatina):



Y así, es como me haces sentir
Agua, ajo y agua
Mírame de rodillas pidiendo que pare tanta pesadilla
Agua, ajo y agua
Mírame de rodillas pidiendo que paren de contar los años,
De contar los días



Se acabó. Ella está mejor, me he gastado una pasta para poder vaciar orinales a tutiplén. El lunes me voy a trabajar y salga el sol por antequera

miércoles, 2 de marzo de 2011

Nunca quise hacerlo

Es por eso que al final me ha tocado. Cerraba los ojos y confiaba que la vida no me impondría esto...a lo mejor ha sido por eso, o porque él se fue antes de tiempo, o porque el que dicen que aprieta pero no ahoga se descuidó al valorarme, o porque siempre llueve sobre mojado.

Estoy llena de sentimientos que no puedo dejar salir. Oh, no! serían tan políticamente incorrectos...sonarían tan crueles a quien no ha vivido mis 44 años dentro de esta piel que ahora se descama...

Aquí estamos. Ella instalada en la cama de mi hijo dormitando. Yo sentada frente a su puerta mirándola atrapada. Ella por fin relajada tras unos días que supongo horribles. Yo en plena tensión después de lo vivido y lo que queda...Su  mundo controlado de horarios y medicinas. Mi mundo en caos.

Ella es madre.

Yo soy madre, esposa, trabajadora; pero hoy por hoy sólo hija.



Y el mundo sigue girando.....

miércoles, 16 de febrero de 2011

Grandeza y perversión de las palabras







Yo no recuerdo cuándo empecé a leer. Si me recuerdo cuando era pequeña me veo leyendo en un viejo sillón de dormitorio, bajo la ventana. Y pienso, “ahora más pequeña”, y vuelvo a verme en el mismo sillón, con un libro en las manos. Comprendo el enorme poder de las palabras, del lenguaje impreso que perdura cuando lo oído se desvanece en el tiempo.


Las palabras crean de forma automática, imágenes en tu mente. Quién no ha imaginado a los personajes de un libro? Quién no ha recreado los lugares y situaciones mientras leía?

También pueden, bien usadas, tocar tu alma. Conmoverte, emocionarte, hacerte gozar, o sufrir. Bien utilizadas las palabras son enormemente poderosas.



Supongo que eso mismo han pensado en el curro y con la misma habilidad y energía que han creado una imagen (me quito el sombrero por su estilismo impecable, llamativo, que se “queda con la gente”) iniciaron y ahora han acelerado una campaña de frases y palabras que repiten e incluyen en todo: discursos, correos, noticias…Todos, todo el tiempo. Pretenden ser cautivadores.

Solo que yo llevo toda mi vida leyendo, interpretando la palabra escrita y buscando su sentido.

Así pronto algo empezó a chirriarme, era como ver una sutil falta de ortografía. No un vurro, que canta como una almeja, sino algo más parecido a la albaca, que huele infinitamente mejor .

Como jugadora impenitente me entretenía cambiando alguna palabra de posición, obteniendo un significado diametralmente distinto, normalmente con un resultado divertido cuando no hilarante.

Después empecé a leer en voz alta, cual un locutor de radio nocturno (bufff, cómo me gustaba escucharlos y la de horas de sueño que me han robado), imprimiéndole un estilo ora documental de cole de monjas, ora presentador sensual.

Y después empecé a reírme sin cortarme un pelo cada vez que leía el imparable aluvión de frases que inundan nuestra horas de trabajo.



Han pervertido la palabra. Las usan para justificar lo injustificable, para cubrir errores de bulto, para alentar a las masas, para deslumbrarnos con ellas haciéndonos olvidar lo esencial. Nos venden humo, nada. Un conjunto de frases huecas sin ningún sustento, proyecto ni base real….y no son escritores, no; son quienes nos dirigen (aunque no tengo claro hacia dónde).



Me cabrea que perviertan algo que amo, y me fascina que haya tanto tonto que se lo crea, se entusiasme y ya en el colmo de los colmos, participe aportando sus propias creaciones (bastante malas, por cierto)



“Vull excel•lir” dicen, pero esta tropa: ¿que coño s’han fumao?