Yo soy una lectora voraz, anárquica y chapucera.
Leo sobre cualquier temas, de cualquier autor (bueno, malo o regular) y me guío sólo por impulsos.
Así en las dos ultimas semanas he leído el último de Harry Potter (por cuarta vez, dos en la versión oficial y dos en la pirateada), otra de Jordi Sierra muy bien escrita "Cuatro días de Enero", una sobre la muerte absolutamente destenillante de un autor que no recuerdo "Un trabajo muy sucio" y esta misma mañana con un temor reverencial he abierto "la última de Zafón" sin grandes esperanzas. Veremos lo que sale y si este autor consigue engancharme al mismo nivel que me enganché con la para mí "única obra de Zafón". Jamás lo había oído antes de coger ese tochazo del montón de libros, recomendado por mi librera favorita antes que se convirtiera en lo que hoy es, y no he sentido ninguna curiosidad por lo que había escrito antes de él.
Porque esa es otra de mis manías. Si descubro un libro que me gusta no paro hasta conseguir todo lo que ha escrito su autor anteriormente lo cual me ha llevado de excursión por todas las librerías de viejo de Barna en búsquedas cada vez más desesperadas.
Así leo yo. Sin criterio, a una velocidad desbocada y a veces es contra dirección.
Leo libros porque alguien me los recomienda (La vieja sirena, de Sampedro; El penúltimo sueño, de Ángela Becerra).
Leo libros porque veo una reseña por ahí y me parece que me gustará (Malena es nombre de Tango, de Almudena Grandes; El club de la buena estrella, de Amy Tan).
Leo libros porque me llama la atención la foto de la portada, o el título, y lo compro porque si (Cielo de Tango, de Elsa Osorio; Breve historia de los que ya no están, de Kevin Brockmier).
O leo libros porque he acabado el que me llevé a la oficina, he ido directa a buscar a los niños y me sobra media horita (Desde mi cielo, de Alice Sebold; Lo mejor que le puede pasar a un cruasán de Pablo Tusset).
Algunas veces he leído alguno de esos libros que hay que leer para hablar con la gente (El código da Vinci, o Los pilares de la tierra de Follet). A veces hasta me han gustado.
Al final he decidido que no necesito demasiado criterio en mis lecturas porque nunca sé dónde va a estar esa joya, uno de esos libros que me gusta tanto, tanto, que cuando estoy a punto de acabarlo intento frenar para seguir escuchando las voces de sus personajes y al fin despuésde leer la última palabra me da tanta pena dejarlos que, sin ninguna pausa, los vuelvo a empezar... Esos que pasado el tiempo siguen resonando en mi cabeza, con esos personajes que ya son como amigos de toda la vida, como una buena canción que nunca me canso de oir.
Para mí, incapaz de entrar en una librería y salir con las manos vacías, el día de Sant Jordi en Barcelona es como soltar a un alcoholico en la feria de la cerveza en Munich. Lo de menos es esa rosa que tarde o temprano alguien te da. Normalmente me basta con no entrar en ningún comercio que tenga sección de libros y pasar por las librerías deprisita y mirando sólo de reojo...si sacan los libros a la calle entro en caos.
Tal vez uno de esos, de los que leo dos, tres, cuatro y al final olvido cuántas veces lo leí, aunque no el infinito placer de hacerlo, está en ese montón escandaloso de la estantería de los libros pendientes...dado el nivel de locura que he sufrido este año puede que vuelva a escribir aquí por navidad.
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