Así estoy yo...Majara perdida

lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Fatalismo o resiliencia? Buscando en el baul de los recuerdos

No recordaba lo increíble que era. La garganta del Cares.





Hace 800 millones de años, año arriba, año abajo me perdí por las montañas en la provincia de Soria con quien hoy es mi marido. Recuerdo que llevaba pantalones cortos, unas botas muy incómodas y “él” había decidido tomar un atajo para volver al refugio bajando un pico que habíamos escalado. Ese “atajo” me dejó los tobillos hechos caldo a torceduras, las piernas hechas un cromo de rascadas de ramas, matojos y demás obstáculos de lo que mayormente se llama “monte a través”  o no sigas un camino no sea que lleve a algún sitio civilizado.
En un momento dado, congestionada, dolorida y agotada me senté cómo pude y exclamé: “Aquí me quedo”
Hace 900 millones de años, año arriba, año abajo, recorriendo los picos de Europa, en un momento que ya no podía más en mitad de una subida, me senté y exclamé: “Aquí me quedo”.

El jueves mi jefa decidió de forma unilateral y fulminante mandarme a un puesto dónde no conozco a nadie, con el hándicap de venir de una empresa perdedora en una fusión (después de 20 años hasta los conceptos han cambiado, nunca me había sentido más nueva) separarme de un equipo fantástico y echarme a los lobos. Me derrumbé. Me senté en el suelo de mi ex oficina  y exclamé: “Aquí me quedo”…
Y entonces, en medio de un mar de lágrimas volví los ojos a mi misma. No me quedé en los picos de Urbión, ni en los de Europa, ni de subida ni de bajada, ni mochila al hombro, ni sin ella.  Acabé las dos travesías. Y sigo viva.
Y como me gusta torturarme a mi misma pensé: eso es fatalismo, y me joroba ser fatalista para continuar respirando. Pero no es fatalismo, ni resignación cristiana. Es supervivencia, o ese otro concepto que he leído últimamente: resiliencia.
Subí y bajé las montañas de la misma forma. Respiré hondo, me quité los mocos de la llorera de un manotazo y moví las piernas. Un paso detrás de otro. Inspira. Expira. Pierna derecha, pierna izquierda. Inspira. Expira

Irmita lo ha expresado mejor, pero es que ella sabe más que yo, de toda la vida. Una rendición pequeña como un guisante y a seguir respirando. Un pie tras otro, no hay más.

Lou gracias por tu mensaje. Eso y una conversación con mi prima me pusieron de pie.

Hoy me han llamado de Zaragoza again. No, no querían preguntarme por mi madre, ni muchísimo  menos si estoy bien o necesito algo, querían seguir reprochándome mis decisiones y que les pague algunas deudas. Pero yo me río. Me río porque en mi nueva oficina todas las calles tienen nombre así como de la pasión según San Marcos y he seguido las indicaciones  para salir a desayunar y he ido a parar directamente al Museo Palmero (muerta me he quedado al verlo)…y aquello está lejos, y se ven montones de sitios dónde tirarse de un puente y en este momento o me tiro de un puente o me río. Y he decidido reírme, respirar y poner un pie detrás de otro.



sábado, 10 de septiembre de 2011

No te rindas

Durante años pensé que carecía de la capacidad de quedarme con  los nombres y las caras de la gente.  En mi escalera éramos 12 vecinos. Yo sólo conocía el nombre correcto de tres, todos los demás eran apodos “Gutierrez Mellado” , “el mostacho” …conocía los apellidos, claro, mi madre y mi hermano los decían:
-          El Sr. Oxxxx, Gutierrez Mellado, nena - añadían para mi que jamás conseguí unir nombre real con cara – dice que….
Lo mismo sucedía con los conocidos de mi madre, su familia extensa, incluso más cercana…mi mente se bloqueaba y no conseguía reconocer a nadie.
Cuando empecé a trabajar, cara al público y con mogollón de gente entré en pánico el primer día cuando vi que mi compañera, y mi jefe saludaban por su nombre a todo el mundo; pocos meses después era mi jefe el que me preguntaba:
-          Oye, el Sr que vino el otro día a hacer tal o cuál operación…cómo se llamaba?
Y yo le contestaba el nombre, los dos apellidos y el número de cuenta… sonrío  al recordar mi asombro absoluto y cuánto tiempo me utilizó el jefe de ordenador central, quiero mucho a ese, mi primer jefe con el que todavía voy a tomar algo de ciento a viento….

Fue entonces, con 25 años que descubrí que yo no tenía ningún problema con nada. Mi mente es totalmente selectiva y no me acuerdo de quien no me interesa. Y ya. No tengo dudas al  recordar a los amigos de mis hijos (y tengo tres, y muy sociables), y con ellos a sus madres, padres e incluso alguna abuela, ningún problema con mis clientes (es mi trabajo y lo hago bien), recuerdo de corrido ex compañeros del cole, de la Uni, de la facultad, los amigos de mi hermano del colegio, de la laboral, de la cofradía. Cualquier ser humano que para mí signifique algo mi mente lo registra para siempre y al resto…al sumidero,   para qué lo necesito?

Pero eso a ella le da igual.  Se ha pasado toda mi vida haciéndome lo mismo. Ella, yo y cualquier desconocido/a para mi:
-          Ven, nena, ven, seguro que no te acuerdas de quién es…
-          …… (de más pequeña desesperada rebuscando en mi cerebro quién era el personaje, como en un juego de la tele, de más mayor con sonrisa de Mona Lisa) uhmmmmmmmmmmmmmmmm…………………..
-          Si es que no tiene nada de memoria – al personaje – hija, es que no tienes cabeza tu hermano siempre se acuerda de todo el mundo qué diferencia – a mi- es XXXXX cómo no vas a acordarte que te traía chupa-chups cuando tenias tres años y te decía guapa (aquí ella se reía, joer qué gracia, no?)
-          ……(roja como un pimiento de pequeña, sonrisa de Mona Lisa de mayor) uhmmmmmm…………………………..


Hoy he ido a verla a la residencia. La fisio me ha dicho que tranquila y la auxiliar ha acabado abrazándome mientras yo lloraba en su hombro.  Llevo llorando desde las ocho de la tarde, con el sentimiento que esta mujer va a acabar conmigo, que me  volverá loca, que me amargará el resto de mi vida y no se morirá jamás.
Mi madre es tóxica para mi.
Los demás la miran y ven a una ancianita desvalida que llora porque quiere estar conmigo, en mi casa,  y yo…yo debo ser lo peor, y a veces hasta me siento lo peor; pero cuando la miro sólo veo la última vez que repitió conmigo lo de “seguro que no te acuerdas de quién es”.
Le cundió, vive Dios, tuvo montañas de oportunidades de jugarlo. Incluso tres o cuatro veces yo fingí no reconocer a P-ito T. así con diminutivo y primer apellido, o a C. el hijo de S.
Un día entero, mañana y tarde.
El 10 de diciembre de 2003.
Miro a esa ancianita desvalida y la veo justo ese día sonriendo a los desconocidos/as  y me  veo a mi concentrada en la mueca con las peores sonrisas de Mona Lisa de la historia.
Ese día el escenario era el tanatorio.
Su hijo había muerto el día anterior.
A su hijo lo enterraban al día siguiente.

Su hijo, ese ser humano maravilloso y e infinitamente generoso por el que ahora mismo,  me jugaría todas mis primaveras  presentes, pasadas y futuras,  también era mi hermano…pero eso nunca cuenta, porque ha conseguido que el muerto sea sólo suyo, que ella perdió a su hijo coño, miradme a mi, que mi hijo nunca me hubiese hecho esto y tú, hija desagradecida,  no me quieres, porque no me llevas contigo a tu casa (para tenerte más puteada y enseñarte a hervir una patata que ni eso sabes hacer completo yo en mi mente).  Y mañana me traes a los niños. Hijo mío tú nunca me hubieses hecho esto.
Y yo me rompo.

Hay un poema de Benedetti,  que me serviría en esta situación, pero él jamás podrá leérmelo, ni siquiera en mi mente, no puedo convocarlo, el muerto ni siquiera es mío; yo quiero no estar tan sola con esta carga y que me quiera a pesar de todo con toda mi luz, menos brillante desde que él no está, y mis sombras:

Porque no estás sola, porque yo te quiero.
Pero no me oiré nunca....

Así que me repito a mi misma, con mi voz y escaso resultado: No te rindas