La primera vez que me enfrenté a una muerte ya tenía 36 años. Obviamente no era la primera vez que perdía alguien amado, pero entodas las ocasiones anteriores, me "protegió" esa curiosa costumbre de alejar a los niños de cualquier cosa relacionada con algo que, tarde o temprano, nos toca a todos.
No estaba preparada. No sabía lo inmenso del sentimiento de vacío que te invade y que debes llenar con algún rito si no quieres ahogarte en él.
No estaba preparada.
Después del caos en el qué recuerdo haber pensado todo el tiempo que no sabía que hacer la gente se organizó. Estaba la parte mundana y práctica en la que yo no pintaba nada...a eso se dedicaron unos cuantos. El resto se dedicó a unos ritos que me resultaban totalmente ajenos.
En un cuartucho destartalado recuerdo haberme cruzado con mi madre que me decía: Venga, vamos a rezar un responso.... Y mientras continuaba hacía la puerta sólo dije: "No" y pensé para mí...un qué? Porque una gran parte de esos ritos en una cultura como la nuestra son rituales cristianos que a mí no me decían nada, ni los conocía ni me interesaban. Tampoco estoy muy segura que otros ritos de otras culturas me hubiesen resultado útiles, pero me inclino a pensar que no.
No estaba preparada.
A cambio yo salí a una noche especialmente gélida envuelta en una vieja trenca que fué mi única herencia material del muerto, hablé con mis dos ángeles, a recomendación de uno de ellos me senté en un sillón cerré los ojos y me limité a respirar y finalmente y acompañada por una cuñada mía engullí como si me fuera la vida en ello una enorme copa de helado (de esas con salsa de chocolate y barquillo, si). Nunca le agradeceré lo suficiente a esa chica que no comentara nada sobre una decisión tan irracional, que se limitara a estar allí, acompañando sin juzgar. Reconozco que después de un fallecimiento sentarse en pleno diciembre con un frío de la leche a comerse un helado no es lo más normal del mundo...ahora sé que intentaba llenar el hueco
No estaba preparada.
Desde entonces mi madre se entregó a una religiosidad desconocida. Va a misa no solo el 9 de dicembre, sino todos los nueves de todos los meses...Y reza, y tiene montado un altar en el salón hecho de fotos, flores y a veces velas. Yo he llegado a envidiarla. A mi no me serviría, pero ella tiene una ración de ritos cristianos a su alcance fuera de lo común para llenar el hueco. Yo....
No estaba preparada.
Y sigo sin estarlo. Desde la mañana del 10 de diciembre ya va a hacer cinco años no dejo de buscar mis propios ritos, sobre todo cuando se acerca el aniversario.
No se trata de honrar al muerto, eso ya lo hago cada día. Cada vez que me miro al espejo y vislumbro sus rasgos, cada vez que me río y le oigo reir de la misma forma, cada vez que le recuerdo, a culaquier hora de cualquier día. Yo no necesito ritos para honrarle, necesito ritos para llenar el vacío.
No estoy preparada.
Los nueve de diciembre desde ese primero en el que me comí un enorme helado he probado a hacer shopingg, quedar a comer con gente a la que quiero y mantener largas sobremesas, vagar por las calles de la ciudad (algo que siempre me ha relajado mucho)...nada funciona....
Este año se me ocurrió un viajecito, pero no me acabo de encontrar bien y no me atrevo a darle tanto trote a mi maltrecha espalda...lo que más me atrae es taparme en el sofá hasta la cabeza y despertarme (por pedir que no quede) el 18 de enero.
No estoy preparada. No sé si alguna vez lo estaré y el día 9 se acerca...