Así estoy yo...Majara perdida

domingo, 30 de marzo de 2008

Se me acumula la tarea



Quería escribir algo sobre esta imagen, y también algo sobre las sonrisas, y sobre el deber de los padres para que sus hijos amen y respeten al otro progenitor, y algo me pasó por la mente sobre el heroísmo doméstico, la música circense y los días de lluvia.
Hoy toca cocina, así que una vez más se quedará en proyectos, pero lo apunto aquí para no olvidarlo y recordar que debería ser yo quien eligiera qué hacer con el tiempo. Y no lo hago.






Semana de Pasión

La Semana Santa de los mayores de mi familia

Mirando a Candela (5 años) y a su prima (2 y medio) sentadas en el bordillo de la acera viendo pasar una cofradía tras otra pienso que iconografía más siniestra: capuchas, cuerdas y espinas, sangre, corazones cruzados con espadas, pies descalzos y un ruido atronador..tambores, timbales, bombos, carracas, matracas y trompetas. No les da miedo?. Pues no, comparten una bolsa de ganchitos estratégicamente situada entre ambas y disfrutan el espectáculo sin ninguna muestra de horror.
Ella, Candela, lo vió y lo pintó así para enseñárselo a sus compis:
Yo la viví como cada año. Un reencuentro y un nuevo adios.
Hacía frío, un frío como hacía años que no veía. Mi alma empezó a estremecerse con el primer golpe de bombo que anunciaba la salida de La Piedad. Me pregunto qué deben pensar de esa loca que llora en silencio al paso de la procesión (qué devota!!!!); yo lloro sin ningún tipo de verguenza a pesar que con la edad he desarrollado un sentido del pudor que me impide manifestarme ante la gente, esa noche, en ese lugar, no sabría como evitarlo. Este año uno de los cofrades que estuvo un buen rato parado frente a mi me acompañó llorando, me sentí un poco menos sola sabiendo que no soy la única. Durante veinte minutos vi sus ojos tras cada capirote, es tán fácil confundirlos tras ellos...la llegada del cuarto memento con su nombre grabado junto a los otros me devuelve al mundo, el único que existe y sólo me queda seguir llorando...
Durante un tiempo pensé que era ese de la portada, el del cetro. La confusión era fácil, así lo ví el último jueves santo. Un tiempo después y con una gran dósis de mala baba alguién me sacó del error. Yo prefiero recordarlo en la terraza de alguien que no recuerdo, riéndo y echándome la bronca mientras se inmortalizaba el momento.

Con dos maletas de ropa sucia y mucha pereza volvemos a la vida normal.


domingo, 2 de marzo de 2008

Y tú en qué crees?

Primera escena.

Hace unos días contestando un correo afirmaba: “no tengo fe en las palabras, ni tampoco tengo esa otra fe de la que tú disfrutas…” Después de enviarlo, además de cansada (fue difícil para mi plasmar lo que sentía) me quedé pensando: Puaggg, que negativa, es que no creo en nada?

Segunda escena.

Uno de esos días felices en los que me toca a mí llevar a los niños al cole me contaba mi hija mayor:
-A XXXX no la dejan disfrazarse sus padres, no tiene ni un disfraz. Para carnestoltes como va sola al cole salió con el uniforme y en la calle se cambió con ropa que le dejó una amiga….- se veía claro que mi hija no se explica (yo tampoco, ya que estamos) una ¿religión? que por lo visto no admite las fiestas, los regalos, ni los disfraces – es que ellos no creen en carnestoltes – afirmó con asombro.

Mi hija pequeña que no pierde comba aunque la lleves a rastras intervino:
- A XXXX tampoco le disfrazan, se lo tuvo que prestar la “señu” el día de carnaval – yo anoté en mi mente que tengo que revisar a qué colegio van mis hijos.

Y un poco agobiada y temerosa preguntó:

- Mamá tú si crees en el carnaval verdad?

- Claro!!!!!! – contesté riendo, y de pronto cogí carrerilla – Yo creo en el carnaval, en la noche de Sant Joan, en la Navidad, el niño Jesús y los Reyes magos. Creo en los duendes, creo en los dragones, creo en las hadas y sobre todo creo en la magia.

Ya en el metro la línea amarilla me regaló uno de esos trayectos lentos, cansinos y cuando vas con prisa estresantes en los que te da tiempo a componer mentalmente lo que vas a hacer el resto del mes, pero yo me lo pasé pensando que no está tan mal. Puede que no crea en la fuerza de las palabras como alivio y cura, ni tampoco en Dios, pero conservo en el alma un millón de creencias absurdas que no sirven para mucho pero me hacen más interesante, a saber:

Creo que a las mujeres nos la metieron doblada al hacernos creer que nos íbamos a realizar mucho más trabajando fuera de casa; no reniego de la independencia que proporciona un sueldo propio, pero no acabo de ver claro si no me realizaría exactamente igual cocinando unas lentejas. Hoy por hoy más que más realizada lo único que me siento es mucho más cansada… (y que me perdonen todas las feministas del mundo esta muestra de debilidad flagrante)
Creo que hay libros que enganchan desde la primera línea que mis ojos ávidos devoran en un segundo convirtiéndose en fuente inagotable de satisfacciones, y que, cuando eso ocurre, un escalofrío me recorre la espalada al anticiparlas. También creo que esa voz cascada de fumadora indolente que a veces me dice: “Solo hay un mundo” es la voz de la tía Magda… cuando los personajes de un libro te hablan significa que has leído demasiadas veces esa novela :-D
Creo que Eladio fue una de las mejores cosas que se me han ocurrido en este mundo, y que durante un tiempo se convirtió en un segundo par de ojos para mirar la vida enriqueciendo la perspectiva, además de darle el nombre a mi niña Candela.
Creo firmemente que cada mañana es una nueva oportunidad. Aunque a las doce de la mañana ya la hayas perdido puede rebrotar de golpe a las seis de la tarde, nunca se agota.
Creo que a veces utilizamos descuidadamente las palabras. Que decir “te echo de menos” significa que debes interrumpir lo que estás haciendo en ese mismo instante y escapar móvil en mano rezando: “Tiene que ponerse, tiene que ponerse…” porque no resistes un segundo más sin oír su voz; que decir ”ausencia” es hacer lo mismo que cuando dices “te echo de menos” y encontrarte mirando el teléfono llorando al comprender una vez más como si fuera la primera que no va a contestarte porque ya se fue para siempre y que para siempre es una palabra que hay que utilizar con exquisita prudencia porque no llegamos a imaginar cuán largo puede resultar.
Creo que cada año el jueves Santo tengo una cita ineludible en San Cayetano y que por absurdo que parezca yo sé que él está allí.
Creo que la risa de mis hijos es, junto a su voz, lo que más me gusta escuchar y que sólo por oírla han conseguido arrancarme una vena “gansa” que no sabía que tuviera dentro.
Creo que la vida sigue siendo bella cuando uno cree en ella con pasión.

…Creo en muchas cosas más, sobre todo en que nunca, nunca, conseguiré escribir una nota breve y también que hoy, como todos los días, como todos los que vendrán me jugaría la primavera por tenerlo delante...